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sábado, 25 de octubre de 2014

Padres adictos al celular provocan efectos negativos en sus hijos

Es este vínculo afectivo el que brindará a los niñxs los recursos necesarios para superar retos y obstáculos en un futuro (cercano y muy lejano).
phubbing

La crianza de los hijxs es una de las profesiones más extenuantes que, una vez que empieza, no puede detenerse jamás. Este trabajo va más allá del cuidado físico que requiere cualquier vida de un ser humano, sino también del vínculo afectivo que se genera a lo largo de los años del desarrollo familiar e individual.
Es este vínculo afectivo el que brindará a los niñxs los recursos necesarios para superar retos y obstáculos en un futuro (cercano y muy lejano). Se trata de una conexión entre padres e hijxs que fomentará sensaciones de seguridad y confianza tanto en sí mismx como en el medio ambiente. Este amor natural y humano manda mensajes a un receptor, nuestrxs hijxs, acerca de lo valiosx que es tanto para los padres como para el mundo entero; acerca de la convicción en la declaración de ser merecedor y proveedor de un circuito de afecto.
No obstante, en los últimos años, la influencia de la tecnología ha provocado estragos graves en el desarrollo psicoemocional (e inclusive psiconeuronal) de las nuevas generaciones. Esto se debe a la falta de interacción entre padres e hijxs, donde los primeros tienden a vincularse primordialmente con sus dispositivos móviles.
Para escribir un correo del trabajo, mandar un mensaje importantísimo, usar aplicaciones o redes sociales; son sólo algunas de las disculpas que cualquier persona pronuncia con un teléfono inteligente. Este fenómeno llamado como phubbing manda un doble mensaje esquizoide, cuyo metamensaje recita: “aunque te diga que eres lo más importante en mi vida, tu conversación ni presencia son prioridad para mí”. Como consecuencia existe la desvirtualización del afecto en las relaciones interpersonales, imposibilitando la satisfacción de las necesidades básicas y de los derechos humanos de cualquier individuo.

Para evitar esta situación al menos con los hijxs, se recomienda prestar atención a los tiempos de transición: el camino a la escuela o al hogar, la hora de ir a la cama o de sentarse en la mesa a comer. Esos pequeños momentos brindan contacto físico, sensorial, emocional, interrelacional. Por ejemplo: Planea el tiempo en que tus hijxs se levantan hasta que salgan del coche (o transporte público) libre de la influencia del teléfono móvil; explícales su almuerzo, cuéntales un cuento, canten diferentes tipos de canciones a lo largo del trayecto. Y en el momento en que entres a casa, deja afuera el trabajo o los deberes. Acércate a tus hijxs para decirles buenas noches (sin el teléfono móvil como compañero eterno). Es el tiempo para generar un vínculo de bienestar, seguridad y amor con los seres que cuidas.
Fotografía principal: Techland
Fuente: http://www.mamanatural.com.mx/2014/10/padres-adictos-al-celular-provocan-efectos-negativos-en-sus-hijos/

lunes, 22 de noviembre de 2010

A veces, invertimos más en un coche que en un hijo

Lo tengo claro. Hace muy poco tiempo nadie se ocupaba seriamente del impacto que tendrían en el feto del vientre de la madre los niveles de estrés de esta última o, con menor razón, del padre. Está claro que el dilema consistía luego en enviarlo o no a la guardería como única alternativa para que ella no tuviera que abandonar el trabajo; muy pocos tenían la conciencia o el conocimiento para preocuparse del tratamiento educativo que recibía allí el recién nacido. Nadie sabía nada de los efectos que sobre la adolescencia de una niña tenía la ausencia del padre tras una separación.

Si mis lectores me insisten en que les diga cuál es el descubrimiento social más trascendental de estos dos últimos siglos, no tendré más remedio que responder: el impacto insospechado en su vida de adulto de lo acontecido al bebé desde el vientre de la madre.

Vayamos por partes. Cuando la madre está angustiada o estresada, ¿repercute en la salud del niño? Parece difícil negarlo. Un padre puede tener, biológicamente, muchísimos hijos, mientras que una madre apenas unos pocos. El resultado de esta diferencia comporta que el valor otorgado inconscientemente por uno y otro es distinto. Para la madre se trata de uno de los poquísimos activos biológicos con los que podrá contar en toda su vida. No es extraño que el grado de preocupación por el impacto en la vida del feto, o más tarde del bebé, de su propio estrés o angustia sea mucho mayor en el caso de ella que del padre.

¿Alguien puede sugerirme por qué intentamos esconder los resultados negativos de la mayoría de las encuestas y los análisis efectuados sobre el aprendizaje en las guarderías infantiles? Los resultados tienden a demostrar que se produce un aumento de la agresividad y violencia en edades posteriores cuando el régimen de las guarderías empezó antes de los cinco años, prolongándose durante muchos años durante 30 o 40 horas por semana. Como me dijo en una ocasión un gran neurólogo británico especializado en la educación infantil: “A veces estamos más dispuestos a pagar por un buen parking que por guardar a nuestros hijos”.

En lo anterior subyace una de las grandes contradicciones de nuestra sociedad. Tenemos el gran mérito –comparados con el mundo islámico– de haber sabido asimilar a la mujer en los procesos de producción y de ahí que otras civilizaciones basadas en religiones excluyentes no podrán competir jamás con nosotros. Ahora bien, está por realizar el sacrificio o la aplicación del conocimiento necesario para que esa incorporación de la mujer al trabajo se pueda hacer en las mejores condiciones, velando por la calidad de los contenidos físicos y académicos de las guarderías necesarias.

Por último, ahora también sabemos de la comunicación intergeneracional de los niños. Resulta que, en promedio, una niña abocada a crecer sin la presencia del padre a raíz de una separación del matrimonio accede antes de la edad promedio a la pubertad; y no solo eso, suele tener mayores dificultades de integración que el promedio de las niñas de su edad. La adolescente no para de hacerse a sí misma preguntas sobre su propia situación, acumula información codificada sobre el grado de confianza que puede depositar en los adultos y, muy particularmente, en los hombres. De esas preguntas surge una actitud decidida sobre el entorno familiar.

Tenemos que cuidar muchísimo más de lo que hemos querido o sabido hacer el aprendizaje emocional de los niños y no solo, como ha ocurrido hasta ahora, el aprendizaje cognitivo o académico. Hasta los siete años, los niños son el mejor ejemplo de un departamento de I+D con gastos pagados, que no podemos abandonar a su suerte si queremos sobrevivir.

Autor: Eduard Punset

sábado, 9 de octubre de 2010

Ser padres, una misión amorosa

Ser padres es, metafóricamente, dejar de ser "hijos" y encontrar en esta nueva función un espacio para dar el sentimiento de amor auténtico y propicio en pos de una bienvenida al mundo de este ser en miniatura. Ser padres configura un universo particular en cada uno, indescriptible, una experiencia que deja una marca indeleble y conmovedora en la mayoría de los seres humanos. Convertirnos en padres nos introduce en el terreno del misterio y en el clima del milagro de dar vida. Ser padres implica un CONCEPTO.

La concepción (palabra que deriva de "concepto") de un hijo se anticipa ni bien se comienza a imaginar su presencia: la subjetividad del niño dada por los otros, comienza a tomar cuerpo. Ya sea un hijo deseado, de un embarazo complicado, producto del deseo de adoptar, de fecundación in vitro, etc. se lo piensa intensamente y con mucha antelación de manera conceptual: ¿cuál será su género, su apariencia, a quién se va a parecer, qué nombre le pondremos, qué que va a ser cuando grande? En este clima expectante, la fantasía y la imagen le van moldeando una pre- identidad. Más allá de lo real en todo su esplendor que significa ver crecer la panza de la madre y experimentar los primeros movimientos y las patadas fuertes mientras va creciendo, el cuerpo de ambos padres registra todo el proceso del embarazo, no sin angustia y desconcierto pero también con mucha expectativa y alegría. No son raros los síntomas en ambos, tanto físicos (malestares inespecíficos, alergias, gastritis, insomnio, problemas de piel) así como los cambios abruptos de humor, los miedos y la incertidumbre acerca de desempeñarse adecuadamente en la nueva función.

"Quiero a un hijo cuando respeto sus sentimientos y necesidades aún antes de su nacimiento e intento atender a esas necesidades y derechos en la medida de todo lo posible. No quiero a un hijo cuando no lo trato como persona con mis mismos derechos sino como un objeto que tiene que ser corregido". Estas son palabras de Alice Miller – prestigiosa psicoanalista y filósofa - que ilustran con simpleza la respuesta a lo que los padres deberían preguntarse: ¿Cómo quererlo bien?

A pesar de que lo más significativo de esta época que vivimos implica cierto congelamiento emocional y la caída de la autoridad paterna tradicional, los embarazos continúan floreciendo en este contexto de cambios veloces como los rayos. Sería conveniente no dramatizar sobre lo que pasa y en lugar de evadirnos del problema y protestar porque "antes" era distinto, es aconsejable aprender sobre estas nuevas posiciones de padres y madres que se dan hoy en día y reflexionar y debatir con tiempo y tranquilidad. Escuchándonos atentamente y haciendo de esta escucha un aliado indispensable para alejar la ansiedad.

El psicoanálisis convencional ha construido categorías bastante monolíticas con respecto a la función paterna instalándola como la introducción tradicional del orden simbólico – la ley y los límites - para facilitar la creación de lazos sociales posteriores, separando al niño de la madre y permitiéndole su salida a la sociedad y a su cultura.

Reconocemos en esta nueva época un acuñamiento diferente en la constitución del niño con una sutil y menor identificación a las figuras parentales. El proyecto moderno ha entrado en crisis y han perdido sostén las instituciones: estado, familia, iglesia, escuela. El impacto de la cultura posmoderna y su fragmentación y globalización han ido imponiendo una pérdida de sentido de la historia personal, familiar y social, del pasado, y de las instituciones sociales y simbólicas sobre las que hemos descansado por varios siglos.

Puede sorprendernos que algunos sociólogos no se hayan dado cuenta todavía de que en la relación primitiva de la madre con el hijo les sería posible examinar el desarrollo de las relaciones sociales in statu nascendi. Lo dijo hace muchísimos años el doctor René Spitz, un investigador riguroso acerca de los primeros años de la vida del niño. Él hizo una descripción exhaustiva del "marasmo" infantil, un estado psicótico experimentado por los pequeños bebés hospitalizados sin la presencia de la madre. Atendidos en las necesidades biológicas a la perfección, pero privados del afecto u amor que los pudiese reconocer como futuros seres humanos.

Él explica con simpleza como en esta transición de lo fisiológico a lo psicológico que efectúa el niño desde el útero, las relaciones son de completo parasitismo y luego de una simbiosis con la mamá que dará lugar muy lentamente a la relación con otros objetos. En ninguna parte de la sociología se da una asimetría tan grande entre dos seres tan íntimamente ligados. George Simmel ha estudiado la díada, el acuñó ese nombre, diciendo que es ahí donde pude encontrarse el germen de todo desarrollo posterior de las relaciones sociales.

En el caso de los adultos, el medio está constituido por factores, grupos, individuos que influyen sobre la personalidad organizada de los mayores e interactúan con ella. Para el recién nacido el medio está compuesto de un solo individuo: madre o sustituto. El niño no lo percibe por separado, forma parte de sus necesidades y de su satisfacción: es un sistema cerrado.

Recién en el segundo mes el lactante manifiesta un interés exclusivo por el rostro humano. Contesta con sonrisa y es la primera manifestación activa, un resplandor débil del pasaje de la pasividad a la actividad.

Carmen Iriondo, Lic. En Psicología, autora del libro Memorias de una niña rehén.

domingo, 9 de mayo de 2010

Cuéntanos, comparte

Como babysitter o niñera:

¿Qué experiencias puedes trasmitir acerca del trabajo de cuidar niños?
¿Qué es lo que más te motiva?
¿Que aprendes de los niños?


Como mamá o papá:

¿Recuerdas alguna anécdota trasmitida por tu niño acerca de su niñera?
¿Cual es la mayor enseñanza que la niñera trasmitió a tu chico?
¿Que piensas acerca de pagar un servicio que te ayude a seleccionar a una niñera?