· AINHOA
IRIBERRI Madrid
Actualizado: 28/08/2014 09:32 horas
Aunque lleva acompañando al ser
humano desde el principio de los tiempos, la leche materna no se ha
estudiado demasiado hasta la fecha. Así se explica en un artículo
publicado recientemente en la revista Science que,
bajo el título, La primera comida funcional de la naturaleza,
despliega todas las virtudes de este alimento, que van mucho más allá de la
nutrición del bebé.
Según Ardythe Morrow, epidemiólogo
del Cincinnati Children's Hospital de Ohio, durante el último medio siglo
se ha ignorado el estudio de la leche materna por considerarse algo "no
moderno". Ahora, sin embargo, las tornas han cambiado y este
"producto" se ha convertido en un área de interés para la ciencia.
Según este experto, este
resurgimiento tiene una explicación: durante mucho tiempo se ha sabido que la
leche materna es abundante es oligosacáridos, carbohidratos complejos que,
teóricamente, los humanos no pueden digerir pero en los que las bacterias 'buenas'
sobreviven y prosperan.
Hace 50 años, cuando estos
oligosacáridos se descubrieron, no existía la tecnología necesaria para conocer
su estructura y determinar su efecto en lo que hoy se conoce como el microbioma del intestino del bebé. Incapaces de progresar
en el conocimiento de este asunto, los científicos -siempre según el artículo-
perdieron interés en la posible conexión entre leche y microbios.
Las cosas han cambiado recientemente,
tanto por los avances en química analítica como por el creciente interés en la
fauna microbiana presente en el organismo humano, así como por el movimiento
que ha popularizado la lactancia materna, cuyos
beneficios son resaltados hasta por la Organización Mundial de
la Salud (OMS).
Así, en el artículo se explica que
estas conexiones se están investigando con entusiasmo otra vez. Algunos
investigadores se han centrado en hacer un mejor uso del microbioma impulsado
por la leche, mientras que otros han documentado como la leche materna va más
allá de alimentar al recién nacido y su flora bacteriana "buena". La
leche materna, sostienen, contiene también toda otra serie de componentes que reducen los patógenos, impulsan un sistema
inmunológico robusto y llevan a cabo otras funciones.
De hecho, en los últimos tiempos se
han descubierto que las madres traspasan a sus hijos enzimas inactivas que, una
vez en el intestino del bebé, fomentan la presencia de moléculas bioactivas de
otras proteínas presentes en la leche. "La leche es un fluido genial que
ha sido escandalosamente infraestudiado", afirma David Mills, de la
University of California en Davis. "Si podemos identificar los
componentes de la leche materna humana que son importantes,
podremos entender la "inteligencia" de este producto y descifrar
todas sus ventajas".
A primera vista, la leche materna es
toda una mezcla de grasas, proteínas y azúcares. Pero también tiene células del
sistema inmune, como macrófagos, células madre aptas para la regeneración y
entre cientos y miles de moléculas bioactivas. La leche
"no consiste sobre todo en nutrición, más bien en protección
inmunológica", subraya Morrow en el texto.
En realidad, es algo de lo que se
empezó a sospechar hace nada menos que 130 años, cuando se vio que los niños amamantados naturalmente sobrevivían más que los que
tomaban leche en biberón. En esa tesis se avanzó hasta que, en la
década de 1950, dos premios Nobel -Richard Kuhn y Paul György, demostraron que
esto se debía a los oligosacáridos que promovían el crecimiento de unos
microbios llamados bifidocacterias. Y es ahí cuando las investigaciones dejaron
de avanzar. Hasta casi cinco décadas después.
Fue en 2006 cuando el químico de los
alimentos Bruce German, también de la UC Davis, volvió a mostrar interés por las
conexiones entre la leche materna y el microbioma. Y fue también entonces
cuando la tecnología acompañó al avance de la ciencia, ya que fue la
espectometría de masas y alguna otra técnica sofisticada la que ayudó a
identificar estos oligosacáridos exclusivos de la leche materna.
Sin embargo, en ese primer intento
solo una bacteria se logró aislar, laBifidobacterium longum biovar
infantis. Un año después, tras su secuenciación, el equipo de Mills
demostró que la bacteria llevaba los genes necesarios para que los
oligosacáridos de la leche pudieran digerirse.
El conocimiento en torno a esta
bacteria sigue avanzando. Y los científicos quieren que se use no solo para
conocer mejor a la leche materna, sino también para prevenir una enfermedad que afecta a los prematuros, la
enterocolitis necrotizante. Se especula con la posibilidad de que el
microbioma de los bebés nacidos antes de tiempo no sea tan "amable"
con los oligosacáridos y genere una sobrerreacción inflamatoria que haga que el
cuerpo no los pueda tolerar. Quizás la introducción de la bacteria de forma
suplementaria podría ayudar a que esto no ocurriera.
Los científicos no son los únicos que
han vuelto con fuerza a poner sus ojos en el estudio de la leche materna.
También lo han hecho las empresas que fabrican leche de fórmula. "La primera compañía que consiga introducir un oligosacárido
en su producto, marcará la diferencia", explica el
nutricionista Lars Bode, de la UC San Diego.
Este auge de la investigación,
concluye el artículo, pone de manifiesto lo que ya es indudable: la complejidad
y los poderes de la leche que cada madre fabrica de forma natural para sus
recién nacidos. "La evolución ha creado el alimento funcional más
poderoso. Ahora solo nos falta entenderlo", concluye Mills.
Fuente: http://tinyurl.com/mrdlwh6
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